En las últimas décadas la calidad de vida ha mejorado mucho en diferentes países, sin embargo, y a pesar del avance de la medicina todavía existe mucho que investigar en el ámbito de las posibles soluciones a determinadas enfermedades como el cáncer o, en el ámbito de la vejez, el alzheimer.
El ser humano tiene un deseo de supervivencia constante, es decir, tiene una llamada hacia la eternidad dentro de sí mismo.
Sin embargo, la enfermedad pone a la persona en contacto con su propia fragilidad y debilidad interior.
En definitiva, despierta la conciencia del límite que surge con la idea de la muerte.
En este sentido, la primera sensación que experimenta un paciente cuando es diagnosticado de una enfermedad grave es la rebeldía. Es decir, siente un enorme rechazo y dolor ante la realidad por eso, intenta alejarse del ahora mediante el enfado interior.
Por el contrario, con el paso del tiempo, comienza a asumir su enfermedad. Se percata de su debilidad.
Pero intenta poner lo mejor de sí mismo para afrontar con éxito el dolor y recuperar la salud. Sin duda, las investigaciones realizadas en inteligencia emocional y en pensamiento positivo muestran que el ser humano puede aliviar mediante su actitud los efectos que produce la enfermedad.
El sentido del humor es la mejor forma de relativizar una situación difícil. Del mismo modo, el cariño y la compañía de los seres queridos es clave para remediar el sufrimiento anímico del mismo modo, que el dolor físico se ve aliviado mediante un medicamento médico.
Fuente mujer.name
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