La lucha contra la epidemia de obesidad comienza con los niños

lunes, 1 de junio de 2015

Las cifras de sobrepeso y obesidad son aterradoras. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay 1.900 millones de adultos y más de 42 millones de menores de cinco años con exceso de peso en el mundo; el porcentaje se ha más que duplicado en los últimos treinta años, llegando a superar con creces —por triste y paradójico que parezca— al número de personas que pasan hambre: 870 millones.

Si se observa la situación de España, la perspectiva no mejora. El 66% de los hombres y el 48% de las mujeres tienen problemas de sobrepeso u obesidad, con el agravante de que, según la OMS, estos porcentajes crecerán entre 10 y 14 puntos en los próximos quince años. Quizá más preocupantes aún sean los datos referidos a la infancia, que indican que más del 44% de los niños de entre 6 y 9 años tiene sobrepeso, es decir, prácticamente uno de cada dos menores españoles en edad escolar pesa más de lo que debería.

Se mire por donde se mire, el dato resulta escandaloso; la obesidad y el sobrepeso son factores de riesgo para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, diabetes, trastornos del aparato locomotor, muerte prematura y discapacidad. Pero hay una buena noticia en todo esto: si se actúa a tiempo, la obesidad se puede prevenir.

LA SALUD DE LOS NIÑOS, UNA INVERSIÓN DE FUTURO

Teniendo en cuenta estos datos y sabiendo que la salud de los niños es una apuesta de futuro, se han presentado numerosas campañas para fomentar los hábitos saludables desde la infancia. Por ejemplo, la Comisión Europea ha lanzado recientemente una iniciativa que promueve las comidas sanas en los colegios dentro de un plan a mayor escala contra la obesidad infantil.

En la presentación del proyecto, dentro del marco de la Expo de Milán 2015, que lleva el lema Alimentar el planeta, energía para la vida, 70.000 alumnos de esta ciudad italiana tuvieron la oportunidad de probar 30 platos saludables y variados de cada uno de los países europeos (los 28 Estados miembros más Noruega y Suiza).

La iniciativa no queda ahí. El Centro Común de Investigación (JRC), en colaboración con la Comisión Europea, ha llevado a cabo un estudio con el que ha desarrollado una curiosa aplicación multimedia para mostrar a los niños —y no tan niños— que las elecciones del día a día referentes al estilo de vida (los ingredientes de cada comida, el medio de transporte utilizado, etc.) influyen directamente sobre la salud de cada individuo en particular y sobre el futuro de la sociedad en general.

En clave didáctica, el juego permite visualizar que la bollería industrializada que comemos hoy o los atascos de vehículos que se generan cada día afectan y dan forma al mundo que tendremos mañana. Los creadores del proyecto consideran la nutrición como la piedra angular en el estilo de vida, pero aportan un enfoque más integral en el que no se pueden olvidar elementos esenciales como la actividad física o el uso sostenible de las materias primas y los transportes.

ACTUAR EN CASA, Y TAMBIÉN EN EL COLEGIO

“Es imprescindible que los niños sean conscientes de esto, por eso la educación es clave”, asegura Ciaran Nicholl, director de la Unidad de apoyo a las políticas de salud pública en el Instituto para la salud y la protección del consumidor (JRC-IHCP). “Hay que actuar y cambiar las cosas desde la base”, defiende.

Con él coincide su compañera Sandra Caldeira, jefa de proyectos en la Comisión Europea, que lleva este razonamiento al terreno familiar, ya que, como madre, es muy consciente del compromiso que deben tener los padres con la alimentación de sus hijos. “En las casas hay que dar ejemplo y llevar una dieta variada”, dice esta amante de las verduras que en su cuenta de Twitter se define como runner. Afirma que su hijo de 7 años “come de todo”, aunque, avergonzada, confiesa que hace poco se dio cuenta de que nunca había comido huevos fritos porque a ella no le gustan. Esto demuestra que los progenitores son los principales “responsables de lo que comen los niños”.

Aun así, se estima que el 40% de los menores realiza la principal comida del día fuera de casa, por lo que entran en juego otros eslabones que van más allá de la familia: desde nutricionistas, cocineros y educadores hasta pediatras, investigadores y políticos.

PARA QUE LO VERDE ATRAIGA MÁS

Ese día el menú consistía en pasta de primero y un guiso de carne con calabacín de segundo. Pero a pesar del ánimo inicial de los niños, más de uno se dejó el calabacín en el plato. ¿Qué se puede hacer en estos casos, que suelen repetirse en colegios de todo el mundo?

Miembros del JRC explican a El Huffington Post que existen métodos o trucos para hacer las verduras más atractivas y animar a los niños a probarlas. Por ejemplo:

    Servir las hortalizas y verduras de primer plato, cuando los niños están más hambrientos. También se puede poner un buffet de ensaladas para que ellos mismos escojan.
    Presentar los platos de forma llamativa y colorida, ponerles nombres con gancho, probar estilos diferentes de cocina, etcétera. La comida entra primero por los ojos y hasta la luminosidad de la sala influye, aseguran.
    Poner fruta a su (libre) disposición en las clases, para que no sólo la coman de postre, sino también a lo largo del día, en el recreo o como merienda.

Para Ciaran Nicholl, se trata de estimular hábitos introduciendo rutinas poco a poco, mediante un proceso gradual. “De la noche a la mañana no se pueden cambiar las cosas. Pero si se empieza a poner zanahoria como snack, al final los niños se acostumbrarán”, sugiere.

PROHIBIR MENOS, EDUCAR MÁS

A la hora de buscar culpables de la obesidad, hay discrepancias. Muchos acusan a la industria alimentaria y la incoherencia de sus precios, ya que la comida rápida en general es bastante más barata que, por ejemplo, los productos ecológicos, lo cual podría inducir a los consumidores a hacer compras menos saludables. Con este argumento, Dinamarca tomó en 2011 la decisión de gravar los alimentos ricos en grasas saturadas con un impuesto especial y Hungría subió el precio de las bebidas energéticas.

Sin embargo, ni Ciaran Nicholl ni Sandra Caldeira se atreven a calificarlo de remedio definitivo. Al fin y al cabo, la población puede cruzar la frontera para consumirlos a menor precio en otros países, apuntan. Tampoco se trata de demonizar determinados productos, sino de saber equilibrar; para Caldeira, “no existen alimentos malos, sino dietas malas”. Además, añade, si se compara el precio de una hamburguesa con el de una naranja, ganaría la naranja (por barata).

¿Cuál es la excusa, entonces? La gente busca en esos alimentos una “recompensa inmediata” sin pararse a pensar que “lo que eligen comer hoy tendrá consecuencias mañana”. Para que la población sea realmente consciente de ello —defienden los especialistas—, hay que empezar a intervenir desde el origen del problema y así, desde pequeños, nos acostumbraremos a tomar decisiones correctas y a escoger “la alternativa saludable” por naturaleza. De este modo, la solución no pasaría tanto por la prohibición, sino por la educación.

    LAS POLÍTICAS DE ALIMENTACIÓN EN LOS COLEGIOS ESPAÑOLES


    Según el artículo 40 de la ley de seguridad alimentaria y nutrición de 2011:

    - En los centros escolares españoles se promoverá "la enseñanza de la nutrición y alimentación" y se introducirán en los planes formativos "contenidos orientados a la prevención y a la concienciación sobre los beneficios de una dieta equilibrada". Existen diferentes campañas y talleres educativos, como Mediterraneamos, para enseñar a los estudiantes en qué consiste la dieta mediterránea y cuáles son sus ventajas.

    - No están prohibidas las máquinas de venta ni la publicidad de productos en las escuelas, pero se deberán promocionar las opciones más saludables.

    - En los comedores:

        Los cereales y el pan deben formar la base de la dieta, dando prioridad al grano integral.
        Para freír, se debe usar aceite de oliva o de girasol alto oleico. Para los aliños, aceite virgen extra.
        Se debe limitar el uso de pastillas de caldo concentrado y otros potenciadores del sabor como el glutamato sódico, ya que contienen demasiada sal.
        Se recomienda introducir alimentos ecológicos en los menús.
        Los colegios deben ofrecer alternativas a los niños que, por motivos culturales o religiosos, no puedan comer algo.
        No se deben usar guantes de látex para evitar que las proteínas del látex se transfieran a la comida, puesto que a algunas personas les puede provocar reacciones anafilácticas.

Via huffingtonpost.es

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