Aunque ellas tienen una esperanza de vida mayor, aspectos sociales y sanitarios hacen que su calidad sea menor que la de los hombres
Son muchos los aspectos relacionados con los problemas de salud que comparten ambos sexos. Sin embargo, en el caso de algunas enfermedades, difieren los factores de riesgo, los síntomas y las señales. Además, algunas son más frecuentes entre las mujeres, como la artritis, la obesidad y la depresión. De la misma manera, un tumor les afecta más a ellas: el cáncer de mama. Incluso patologías que hasta hace poco eran exclusivas del sexo masculino, han dejado de serlo por factores sociales, como el acceso al mundo laboral y los hábitos tóxicos, entre otros, que ellas han adoptado.
Los roles que desarrolla la mujer en la sociedad son numerosos: profesional, compañera, hija, madre, ama de casa... A ello hay que sumar los cambios fisiológicos por los que pasa su organismo durante su vida: menarquía (primera menstruación), maternidad, menopausia y envejecimiento. Todo ello provoca cambios que pueden afectar en mayor o menor grado a su salud física y psíquica. Ellas tienen una mayor esperanza de vida en la mayoría de países, pero factores sanitarios y sociales hacen que la calidad de ésta sea menor. Desigualdades en investigación médica -que de manera tradicional ha escogido al hombre como estándar de tratamiento, sin tener en cuenta las diferencias fisiológicas-, en la atención y en las prácticas sanitarias básicas aumentan los riesgos para la salud de las mujeres.
La salud de ellas en el mundo
La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que los datos disponibles sobre la salud de las mujeres en todo el mundo no confieren un escenario demasiado alentador. A pesar de que la tasa de tabaquismo es 10 veces mayor entre los hombres, el consumo de tabaco en las jóvenes de los países en desarrollo aumenta de forma exponencial y los porcentajes de abandono de este hábito pernicioso son menores en féminas, la terapia sustitutiva con nicotina es menos eficaz y las recaídas, más frecuentes que en ellos.
El 61% de los adultos infectados por el VIH en África subsahariana son mujeres. En el Caribe la tasa es del 43% y decrece la proporción, aunque está en incremento progresivo, en América Latina, Asia y Europa Oriental. Entre un 15% y un 71% de las mujeres han sufrido violencia física o sexual por su pareja en algún momento de sus vidas. Este panorama se registra en todas las clases sociales y en todos los niveles económicos, con graves resultados en su salud física y psíquica: embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual (ETS), depresión y enfermedades crónicas. Algunas investigaciones incluso apuntan que la quinta parte de las mujeres de todo el mundo han sufrido abusos sexuales antes de los 15 años.
Las cifras que se extraen del último informe de la OMS detallan que las bodas a edades tempranas disminuyen, pero en esta década todavía alrededor de 100 millones de niñas se casarán antes de cumplir 18 años. Estas niñas carecen de conocimientos en salud sexual y tienen mayor riesgo de contraer ETS. Como resultado, cada año 14 millones de adolescentes se convierten en madres. De ellas, más del 90% viven en países en desarrollo. La salud materna también obtiene una mala nota: cada día, en todo el mundo, 1.600 mujeres y más de 10.000 recién nacidos mueren por complicaciones durante el embarazo y el parto que se podrían prevenir. Como en la mayoría de las cuestiones, los países en desarrollo se llevan la peor parte: en ellos se registran el 99% de los casos de mortalidad materna y el 90% de los fallecimientos neonatales.
Está demostrado de forma fehaciente que respirar aire contaminado afecta a la salud de cualquier individuo. El humo que se genera al cocinar en fuegos o cocinas tradicionales provoca la nada desdeñable cifra de 500.000 fallecimientos, de los 1.300.000 registrados cada año por enfermedad respiratoria obstructiva crónica. La mayoría de estas muertes afectan a mujeres, que se encargan de la alimentación de la familia. Solo un 12% de las muertes en hombres por este tipo de neumonía están relacionadas con el humo de interiores. Las embarazadas expuestas a contaminantes volátiles tienen mayor riesgo de sufrir parto prematuro, de tener un bebé con bajo peso o de muerte intrauterina.
En mujeres de todo el mundo, de cualquier su edad, el riesgo de discapacidad visual es mayor, comparado con los hombres. A este hecho se suma un acceso más deficiente al tratamiento de enfermedades oculares, tanto desde los servicios de salud como por el desconocimiento del valor de la cirugía o de otras terapias oculares.
Menos casos de cáncer de mama
El cáncer de mama es el más frecuente en las mujeres de todo el mundo. Sin embargo, debido a la mayor esperanza de vida, la adopción de hábitos tóxicos y modos de vida occidentales, aumenta de manera significativa en los países en desarrollo. En las zonas más pobres del planeta, a pesar de que las medidas de prevención con campañas de detección precoz reducen el número de casos, el diagnóstico se realiza, a menudo, en fases muy avanzadas de la neoplasia. Las estrategias aconsejadas para estos países son: la educación sobre cuáles son los primeros signos y síntomas y la exploración de mamas, ya que las técnicas de imagen son muy costosas y carecen de una adecuada infraestructura sanitaria.
Pero aunque estos sean datos desalentadores, en los países desarrollados se detecta una disminución de la incidencia del cáncer de mama. Por primera vez desde la década de los noventa del siglo pasado, cuando los programas de cribado con mamografía junto con el envejecimiento progresivo de la población habían provocado un despunte en el número de afectadas, las cifras empiezan a decrecer. Los últimos estudios señalan que este hecho se debe al desuso de la terapia hormonal sustitutiva (TSH).
Entre los años noventa del siglo pasado y principios del año 2000, se realizaron muchas investigaciones al respecto, que apuntaban que este incremento podría deberse a la utilización hormonal. La TSH empezó a aplicarse en 1947 en pacientes pre y posmenopáusicas para prevenir o tratar el gran abanico de síntomas relacionados con la menopausia: sofocos, osteoporosis, riesgo de algunas enfermedades cardiovasculares y sequedad vaginal, entre otros.
Sin embargo, una investigación realizada en la Northwestern University de Chicago y la Clínica Mayo (EE.UU.), publicada en 'The Journal of American Medical Association' en 1999, demostraba entonces que los estrógenos estaban asociados al cáncer de mama. Las mujeres posmenopáusicas que habían utilizado THS durante 5 años o menos tenían un 80% más de riesgo de padecer cáncer de mama que quienes no la habían utilizado. Si la habían usado durante más de 5 años, este riesgo crecía hasta el 165%.
Según publicaba en 2007 en 'New England Journal of Medicine' el grupo de investigación liderado por Donald Berry, del Centro Oncológico M.D. Anderson de la Universidad de Tejas, en Houston (EE.UU.), la disminución de la incidencia de cáncer de seno empezó a mediados de 2002 y se mantuvo después de 2003. La disminución después de suspender la terapia hormonal ocurrió solo en mujeres mayores de 50 años y era más evidente en quienes tenían tumores que necesitan estrógeno para crecer y multiplicarse. Tras la publicación de los primeros resultados, a partir de 2003, muchos especialistas empezaron a desaconsejar su uso.
SALUD MENTAL EN FEMENINO
Las últimas investigaciones sobre la salud psíquica y social de la comunidad han señalado que, igual que sucede con otros problemas de salud, las mujeres tienen más posibilidades de sufrir determinados trastornos mentales. Ansiedad, depresión u otras consecuencias derivadas de episodios de violencia de género y del consumo de sustancias tóxicas destacan en una larga lista. Parece que la depresión y la ansiedad, junto con el agotamiento psicológico, se dan más entre el sexo femenino. También con más frecuencia sufren trastorno obsesivo compulsivo, síntomas somáticos o crisis de pánico. Por el contrario, los hombres padecen más a menudo personalidad antisocial y adicción al alcohol.
Ante un trastorno mental, también hay discrepancias intersexuales en cuanto el momento y la manera de buscar ayuda, el origen de la enfermedad y su desarrollo, las causas sociales y la distinta forma de reconocer y enfrentarse al agotamiento. Si la mujer, además, vive en malas condiciones sociales y ambientales, con un nivel bajo de ingresos y de educación, y carece de relaciones familiares o conyugales óptimas, tiene más probabilidades de padecer un trastorno mental. Algunos especialistas argumentan que ser mujer y tener una condición socioeconó
Fuente consumer.es
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