El envejecimiento es un proceso continuo cuyas fronteras con la enfermedad y lo patológico es muy difícil de diferenciar en algunas circunstancias.
Un ejemplo de esto es la gran controversia sobre si el aumento de la presión arterial con la edad es un proceso biológico adosado a la vejez o una enfermedad.
Es bien sabido que la senectud impone una disminución de las funciones cardiovasculares por distintas razones, a la vez que la prevalencia y gravedad de cardiopatías aumenta con los años.
En el envejecimiento normal, la capacidad del musculo cardiaco para generar presión esta preservada y la respuesta de las miofibrillas a la estimulación con calcio es normal. Se nota, por el contrario, una disminución de los receptores betaadrenergicos, que se manifiesta por el descenso de las respuestas inotrópica, vasodilatadora y cronotropica.
Es muy común, cierto grado de hipertrofia en el ventrículo izquierdo, secundario al aumento de la impedancia que dan las arterias engrosadas. La rigidez de las paredes arteriales aumenta con la edad, debido a un aumento del tejido conjuntivo y a un cambio cualitativo de sus componentes.
A su vez, la polimedicacion que consumen los adultos mayores muchas veces pasa inadvertida y es causa de confusos episodios clínicos.
Producto de la edad, disminuye el aclaramiento renal que puede elevar la concentración de medicamentos con eliminación renal. Otros fármacos con metabolismo hepático también tienen más concentración a edades avanzadas ya que el flujo sanguíneo hepático disminuye con la edad.
La dosificación de fármacos debe ajustarse teniendo en cuenta estas variables para disminuir reacciones adversas.
Dentro de las enfermedades más frecuentes en ancianos están: estenosis valvular aortica, infarto de miocardio, angina de pecho, insuficiencia cardiaca, fibrilación auricular y amiloidosis cardiaca.
Fuente blogdefarmacia.com
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