El término neumonía incluye cualquier enfermedad inflamatoria del pulmón en la que algunos o todos los alvéolos se encuentran llenos de líquido y células sanguíneas. Un tipo frecuente de neumonía es la bacteriana, producida la mayor parte de las veces por neumococos. Esta es una enfermedad que puede resultar muy grave, incluso mortal, de no ser tratada a tiempo.
La neumonía comienza con una infección en lo alvéolos; la membrana pulmonar se inflama y se hace muy porosa, de modo que el líquido e incluso eritrocitos y leucocitos escapan de la sangre hacia los alvéolos. Así, los alvéolos infectados se llenan cada vez más de líquido y células, y la infección se propaga por extensión de las bacterias o virus de unos alvéolos a otros. Finalmente grandes zonas de los pulmones, a veces lóbulos enteros o incluso todo un pulmón, se “consolidan”, es decir que están llenos de líquido y desechos celulares.
En la neumonía las funciones de intercambio gaseoso de los pulmones varían en diferentes fases de la enfermedad. En las primeras fases, el proceso neumónico podría estar localizado en sólo un pulmón, con reducción de la ventilación alveolar pero manteniéndose un flujo sanguíneo normal a través del pulmón, lo que da lugar a dos alteraciones pulmonares principales: 1) la reducción del área superficial disponible total de la membrana respiratoria, y 2) la disminución del cociente ventilación-perfusión. Estos dos efectos producen hipoxemia (oxígeno sanguíneo bajo) e hipercapnia (dióxido de carbono sanguíneo elevado).
Via: blogdefarmacia.com
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