Las alteraciones de corazón en la infancia y adolescencia se han multiplicado por diez en una década debido a hábitos de vida poco saludables
Las enfermedades del corazón son una de las principales causas de muerte en adultos, pero no en niños y adolescentes. Sin embargo, son dolencias que comienzan a gestarse desde los primeros años de vida. Si la tendencia no se revierte, en 20 años las enfermedades cardiovasculares se manifestarán una década antes; en otras palabras, se diagnosticarán a los 45 años.
Hoy, en población menor de 24 años, ya se detectan problemas que antes eran muy poco comunes a estas edades, como la intolerancia a la glucosa, colesterol elevado o hipertensión. Las cifras empiezan a ser preocupantes. Por este motivo, es crucial inculcar buenos hábitos desde la infancia.
Las alteraciones cardiovasculares infantiles se han multiplicado por diez en los últimos años, sobre todo, en niños obesos. Es la principal conclusión que especialistas en gastroenterología, hepatología y nutrición pediátrica de todo el país extrajeron del II Foro de la Sociedad Española de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (SEGHNP), celebrado recientemente en Segovia. Este dato les ha llevado a analizar los factores alimentarios como detonantes principales de la enfermedad cardiovascular infanto-juvenil, así como a elaborar un plan de prevención: es más fácil enseñar buenos hábitos de vida y de alimentación desde la infancia, que cambiarlos en la edad adulta.
El corazón y la obesidad en niños y adolescentes
Los especialistas se han basado en la hiperalimentación (comer en exceso) y la hipoalimentación (comer de forma insuficiente). Con ello, han querido dar un paso más y no centrarse solo en la obesidad ya instaurada, que sufre un 20% de la población en edad escolar, según datos de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN). Entre un 30% y un 40% de estos ya manifiestan problemas cardiovasculares. La consecuencia: cuando lleguen a la edad adulta, además de obesidad, sufrirán diabetes, problemas articulares, hipertensión o ateroesclerosis precoz. De hecho, son problemas cada vez más diagnosticados en niños y adolescentes.
Los expertos alertan del desconocimiento entre la población en general respecto a la obesidad y sus consecuencias. Solo entre un 7% y un 10% de las familias españolas con hijos obesos consultan al médico, bien por querer esconderlo o por confundirlo con un mero problema estético. Acostumbran a recurrir al especialista demasiado tarde, cuando la afección puede haberse vuelto irreversible.
Más factores de riesgo para el corazón
La obesidad no es el factor de riesgo cardiovascular más importante en edades tempranas. Otros aspectos cruciales que se deben tener en cuenta son: la hipertensión, poco habitual en niños, pero que si se desarrolla hay que tratarla; colesterol elevado, que empieza en la niñez y progresa lentamente hasta la edad adulta; tabaquismo o sedentarismo.
El plan de prevención que recomiendan los expertos pasa por incorporar en familias, instituciones, colegios y profesionales sanitarios, la enseñanza y el aprendizaje de comer bien desde la infancia y de incluir la actividad física en la rutina diaria, como al animar a subir escaleras. De igual manera, se debe reducir el consumo de televisión y ocupar el tiempo libre con actividades menos sedentarias. En el ámbito escolar, aconsejan promover más actividades al aire libre, en detrimento de la creciente diversión con aparatos electrónicos.
Es crucial que las familias otorguen importancia a la alimentación de sus hijos. A pesar de que hasta los 3 años la alimentación del bebé es una de las preocupaciones prioritarias de los progenitores, a partir de ahí, es frecuente un progresivo desentendimiento, con las consiguientes repercusiones en la salud.
Tabaco y ropa ajustada perjudican el corazón
Un estudio reciente de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) ha avisado de la alarmante incidencia de factores de riesgo entre los jóvenes, que podrían sufrir un infarto de miocardio prematuro (personas menores de 46 años). Entre estos factores, además de la obesidad, figuran el tabaco y los antecedentes familiares. No obstante, según los resultados, el tabaco es el principal responsable, al multiplicar por seis las posibilidades de evento cardiaco prematuro: cerca del 75% de los jóvenes que sufren un infarto son fumadores. Este dato es especialmente trascendental en hombres (90% de los casos), pero se prevé que en los próximos años tenderá a igualarse entre géneros, debido al aumento del tabaquismo en mujeres.
Aunque a estas edades hay mayores posibilidades de sobrevivir al infarto, suele haber recidivas o derivar en alguna enfermedad coronaria crónica. Como consecuencia, en estos pacientes deberá realizarse una prevención secundaria estricta, con el gasto sanitario consecuente. La mejor alternativa, por tanto, es la prevención.
También la SEC ha advertido de un nuevo factor de riesgo de problemas cardíacos: el uso continuado de ropa demasiado ajustada que impide realizar movimientos de forma natural y que, tras llevarla durante unas cuantas horas, deja marcas en la piel. Parece ser que este tipo de indumentaria dificulta la circulación sanguínea venosa y aumenta el riesgo de edemas. Asimismo, también podría provocar retención de líquidos y de toxinas que favorecen la celulitis y depósitos de grasa en algunas zonas del cuerpo. Por último, señalan que puede dificultar la digestión y obstruir el correcto paso de aire y oxígeno por el cuerpo.
MUERTE SÚBITA
Más allá de los factores de riesgo relacionados con el estilo de vida, hay un pequeño porcentaje de jóvenes que pueden sufrir problemas cardiovasculares por motivos hereditarios. La mayor parte de las muertes súbitas inexplicadas en edades tempranas se deben a enfermedades cardíacas de origen genético. Entre estas destacan sobre todo las miocardiopatías y las enfermedades de los canales que dirigen el impulso eléctrico del corazón. En ambos casos, el desencadenante de la muerte súbita es una arritmia mortal.
El correcto diagnóstico y seguimiento de estos pacientes puede ayudar mucho a identificar a quienes pueden beneficiarse de una terapia preventiva. El estudio genético también puede identificar otros posibles familiares con riesgo y excluir a quienes no están afectados.
Investigadores de los Países Bajos, que estudiaron a casi 1.000 fetos y bebés, detectaron que las mujeres con sobrepeso y que fuman durante el embarazo triplican el riesgo de anomalías cardiovasculares congénitas durante la gestación. Esta relación, según publica la revista 'Heart', se suma a otras ya conocidas, puesto que la obesidad y el tabaco durante el embarazo ya se habían asociado con abortos espontáneos, retraso del crecimiento y nacimiento prematuro.
Fuente: consumer.es
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