Colesterol versus Triglicéridos

miércoles, 19 de febrero de 2014


A la hora de hablar de la enfermedad y problemas cardiovasculares, discutir la importancia del colesterol frente a la de los triglicéridos es poner sobre la mesa precisamente la gran discusión científica del último siglo sobre la enfermedad cardiovascular a cuenta de la dieta.

Dicho claramente, el colesterol ha sido y es el arma arrojadiza favorita de aquéllos que sostienen la teoría que se traduce por la recomendación de las dietas bajas en grasa; mientras en el bando contrario, la por desgracia ampliamente marginada teoría de los carbohidratos ha esgrimido la relevancia de los triglicéridos dentro de este debate.

No hay pues que ser agudo, entonces, para adivinar que mientras las grasas –básicamente las saturadas- han sido responsabilizadas por aumentar los niveles de colesterol, esto mismo ha sucedido con los carbohidratos a la hora de buscar responsables por los triglicéridos elevados. Colesterol versus triglicéridos traduce en el mundo de los lípidos, por tanto, el enfrentamiento grasas versus carbohidratos.

Corrían los años 50 cuando John William Gofman descubría las llamadas lipoproteínas, coloquialmente denominadas subtipos de colesterol (LDL, HDL, VLDL). Aquello sería el inicio para que Ancel Keys, el mayor rey antigrasas y lipofóbico de todos los tiempos, redujera su enemistad a sólo las grasas saturadas, ya que en los 70 él mismo admitía que el HDL aumentaba ante ciertas grasas básicamente vegetales (las llamadas monoinsaturadas como la de la oliva). Pero por desgracia para la teoría de Keys, el propio Gofman reconocía que los carbohidratos eran más reseñables que la grasa para explicar los aumentos del colesterol VLDL (mucho más vinculado con problemas cardiovasculares que el llamado ‘malo’ LDL).

Pero Keys encontraría a sus mayores enemigos a quienes sostenían el problema principal de los triglicéridos altos. Uno destacado fue sin duda Peter Ahrens que estudiaba los triglicéridos al tiempo que Gofman los subtipos de colesterol. Ahrens concluyó que sin lugar a dudas eran los carbohidratos, y no las grasas, las inductoras de triglicéridos altos. La tarea de demostrar que éste era mucho mayor villano cardiovascular que el colesterol fue llevada a cabo a comienzos de los 60 por científicos como Margaret Albrink, que habían tomado el testigo de Ahrens. Y aunque estos trabajos fueron corroborados por otros científicos norteamericanos, fue finalmente en los años 70 cuando otros del resto del mundo añadirían evidencia a las primeras intuiciones de Ahrens: los triglicéridos altos son comunes en los enfermos cardiovasculares, mientras el colesterol alto no necesariamente. Y eran los carbohidratos, y no las grasas, los principales sospechosos en la dieta.

Sin embargo, a pesar de las evidencias en contra, el mito del colesterol ya se había extendido como la pólvora para los años 70 y los críticos que hablaban de carbohidratos y triglicéridos tuvieron serios problemas en hacerse oír. En primer lugar, no eran muchos, en segundo, la teoría de y contra el colesterol aunque científicamente no muy consistente fue comercialmente vendida de un modo envidiable. Por si fuera poco, medir los triglicéridos no era tan sencillo como hacer lo propio con el colesterol. Las nubes negras de los 70 y 80, llenas de colesterol, ensombrecieron el gran trabajo de científicos que luchaban por la verdad y, con ello, ocultaron el problema central de los triglicéridos que iba de la mano, en la mesa, de los carbohidratos. Mientras Keys y sus acólitos grasofóbicos se veían vencedores, la manteca, mantequilla, nata y tantos otros productos ricos en grasa animales fueron cabezas de turco de una contienda que, aunque cuanto menos confusa en los laboratorios, parecía saldada ante la opinión pública. Por desgracia, con consecuencias no deseadas en forma de desinformación y pérdida de estándares de salud que arrastramos hasta hoy.

Fuente naturarla.es

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