La batalla contra la báscula se ha convertido en una de las realidades por antonomasia a las que se enfrenta la sociedad contemporánea. Reducir centímetros para bajar de talla, perder los kilos de más de forma permanente y moldear la silueta, se alzan como los objetivos más aclamados, en una lucha encarnizada por alcanzar el ‘ideal’ buscado. Pero esta guerra se resume, básicamente, en dos palabras: paciencia y constancia.
Toda mejora implica, necesariamente, un cambio. El primer paso para llevar a cabo cualquier objetivo supone una reflexión inicial, un planteamiento de la situación de la que se parte y de los logros que se desean alcanzar, como base de un proceso productivo. Muchos de los errores en los que se incurre de manera sistemática parten del propio concepto equivocado que se tiene de lo que 'cada uno cree que es lo correcto'. Si bien es cierto que no existe una pauta que se sea definitivamente válida para todo el mundo por igual, sí existen dinámicas universalmente recomendables y efectivas para todos aquellos que las sigan, cumplen y respeten.
Una decisión desde dentro
La premisa fundamental parte de uno mismo, de la consciencia personal de que se trata de un proceso que requiere entrega en el tiempo y fuerza de voluntad para mantenerlo. Una perspectiva realista tiene que huir de la satisfacción inicial que invita a creer en la supuesta eficacia de un determinado producto milagro o crema instantánea, porque no es real. Se ha de tener siempre presente que conseguir un físico bonito y saludable no es fácil, por lo que es preferible desconfiar de cualquier idea que ‘venda’ lo contrario.
Perder peso, bajar de talla y moldear el cuerpo implica dedicación, sacrificio y esfuerzo; requisitos sin los cuales, nunca será posible. Mar Mira, nutricionista y especialista en medicina estética de la Clínica Mira+Cueto, insiste en la importancia de fijarse metas factibles, huyendo de referentes de belleza basados en portadas de revista e imágenes televisivas. "Pretendemos llegar a alcanzar unos cánones de belleza determinados, pero lo cierto es que no todos los tipos de personas pueden alcanzarlos por cuestiones naturales, porque sencillamente no tienen esa constitución o base ósea", explica la experta.
Partiendo de la plena interiorización de esta idea, se ha de proceder a marcar unos plazos y objetivos realistas, con el fin de establecer una serie de pautas y hábitos que puedan llevarse a cabo de manera efectiva. Para ello, es necesario identificar qué se desea conseguir y de qué situación se parte, siempre con miras a largo plazo. Pero, ¿cómo ir logrando esa pérdida de peso? Sencillamente, a través de la combinación de una correcta nutrición e hidratación con la práctica regular de ejercicio y un estilo de vida saludable; intentando respetar, en la medida de lo posible, las horas mínimas de sueño diarias y el consumo nulo o limitado de alcohol y tabaco.
Estos tres factores conforman en su conjunto la única forma posible de lograr, ya no solo bajar de talla y mejorar el estado de físico, sino también aumentar la calidad de vida. Su mayor problema radica, básicamente, en la dificultad de cumplir y de ser constante en cada una de las exigencias que estos pasos conllevan. El ritmo de vida, la falta de tiempo y una asentada cultura perezosa condicionan la voluntad y disponibilidad propia a ser consecuente con uno mismo. Pero, si existe disposición, hay una serie de hábitos y rutinas que, introducidas en la vida diaria, logran hacer de esa meta constantemente perseguida una realidad.
En lo que responde a la nutrición y a la dieta, ésta supone la piedra angular de todo propósito de pérdida de peso. Más allá de reducir drásticamente la ingesta de alimentos, la respuesta pasa por comer con cabeza, o lo que es lo mismo, con ‘inteligencia nutricional’. "Las dietas indiscriminadas y sin control pueden desestabilizar el organismo, con 'efectos rebote' que dificulten conseguir el peso adecuado", explica la experta nutricionista.
La relación entre la dieta y el organismo responde básicamente a una cuestión de metabolismo: El organismo transforma lo que ingiere en energía, para funcionar. Si recibe más aporte del que necesita, lo acumulará en forma de grasa; mientras que si recibe menos del que requiere, pasará a desencadenar su propio 'estado de alarma', por el cual procederá a acumular lo poco que ingiere en forma de reservas de grasa, por si vuelve a estar un largo período sin obtener energía.
Apelando a la lógica, lo más recomendable es darle al cuerpo ‘justo lo que necesita’, ni más ni menos. Esto supone no pasar hambre, en un extremo; y no alcanzar nunca el estado total de saciedad, en el otro. Lo ideal es dividir las raciones diarias de alimentos en un total de cinco pequeñas tomas, desglosadas a lo largo del día, reduciendo la cantidad de la misma tanto más avanza la jornada (desayuno contundente, almuerzo, comida normal, merienda y cena ligera). Una dieta equilibrada implica comer prácticamente de todo, en su justa medida, evitando el consumo de azúcar, sal, salsas, fast food, bebidas alcohólicas y azucaradas, así como de bollería industrial y demás grasas hidrogenadas.
La hidratación, por su parte, supone otro de los pilares fundamentales de la correcta pérdida de peso, gracias a su gran potencial detox. El agua no solo hidrata el cuerpo, sino que también ayuda a limpiarlo, eliminando las toxinas que se acumulan en los distintos procesos del organismo. Beber una media de dos litros de agua al día, así como infusiones y té, complementan los efectos de una correcta nutrición, dando salud y fortaleza desde el interior.
Por su parte, en lo relacionado a respetar unos objetivos realistas, lo normal pasa por perder entre tres kilos o cuatro al mes, más allá de los cuales se podría acabar generando el insustancial y frustrante 'efecto rebote'. Lo normal es "no perder más de un kilogramo por semana, para lo que es necesario reducir la ingesta calórica diaria en 500kcal y quemar otras tantas a base de ejercicio", cuenta Juan Lara, Licenciado en CCAFyD (Ciencias de la Actividad Física y del Deporte) y Diplomado en Nutrición y Dietética por la Universidad de Granada. Pese a tratarse de una valoración general, no se ha de olvidar que esto depende en gran medida del metabolismo, genética, intensidad de la actividad física y estilo de vida de cada persona. Con el fin de no recuperar el peso que se va perdiendo, es fundamental que éste se vaya reduciendo de manera gradual. El cuerpo tiene sus propios períodos de asimilación y aprendizaje, de ahí que respetarlos sea tan importante.
El reflejo del esfuerzo
En el objetivo de desarrollar un físico bonito, saludable y moldeado, el ejercicio ha de integrarse en la rutina diaria como una necesidad básica más, tal como la alimentación y el descanso. Un entrenamiento completo pasa por combinar actividades de cardio o ejercicio aeróbico (correr, nadar, pedalear, bailar, etc.) con el entrenamiento de fuerza (máquinas, pesas, fitness, hipopresivos, pump, entre otros). Mientras las primeras se enfocan primeramente a quemar la grasa, siempre a nivel general y nunca de forma localizada; las segundas mejoran la resistencia anaeróbica, endurecen los músculos y tonifican su forma. En lo que respecta a la variedad de actividades y disciplinas deportivas, Lara afirma que "sin duda, lo mejor es ir alternando a diario entre unas y otras, así nos aseguramos de trabajar todos los músculos del cuerpo y que la monotonía y el aburrimiento no nos haga abandonar la rutina".
Entre una hora y dos al día es el tiempo recomendado para dedicarle al ejercicio, para ambos tipos de entrenamiento, en un mínimo de cuatro días a la semana. Normalmente, una sesión de 45 minutos de cardio intenso es suficiente para principiantes y recientemente iniciados, a lo que debe sumársele otros 45 minutos de ejercicios de fuerza y resistencia. Lo idóneo es hacer deporte todos los días, descansando un día a la semana. La duración e intensidad de los ejercicios podrá aumentarse también de manera gradual, para no sobrecargar ni quemar el músculo, evitar lesiones, mareos, o las comunes y dolorosas agujetas.
La normalidad y el sentido común ha de imperar siempre en este tipo de prácticas, donde numerosos bulos y leyendas urbanas a lo largo del tiempo han ido mermando la verdadera lógica que por sí misma posee la naturaleza. Por lo tanto, lo que verdaderamente funciona es alimentarse correctamente sin saltarse ninguna comida, es más, haciendo una mayor número de tomas de menor cantidad; dormir las horas suficientes, entre 6-8 horas al día mínimo; hacer ejercicio constante, ya que activa el metabolismo y eso contribuye a que el cuerpo aprenda a quemar más calorías, incluso en reposo; y beber mucha cantidad de líquido.
Cuidarse supone educarse a uno mismo en unas rutinas más saludables y beneficiosas. El cuerpo ha sido programado para funcionar de manera más independiente y autónoma incluso que el propio raciocinio, marcando sus propios biorritmos, periodos de adaptación, recuperación y supervivencia. 'El cuerpo es sabio', más incluso que el propio individuo.
Via .ccinf.es
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