La depresión también afecta en la población infantil. De hecho, la Organización Mundial de la Salud aprecia que un 3% de la población infantil sufre depresión. El DSM (Asociación Americana de Psiquiatría) clasifica los siguientes síntomas de la depresión en los niños:
Estado de ánimo irritable o triste
Pérdida de interés o placer en las actividades
Perdida (o aumento) del apetito/peso o fracaso en lograr la ganancia de peso esperada
Insomnio o hipersomnia
Agitación o enlentecimiento psicomotores
Fatiga o pérdida de energía
Sentimientos de inutilidad o de culpa
Disminución de la capacidad para pensar/concentrarse o indecisión
Pensamientos de muerte o ideas, planes o intentos de suicidio
Muchos casos que nos hemos encontrado en los más pequeños, observamos que hay mucha irritabilidad en el niño, y los padres verbalizan que el niño tiene problemas de conducta, pero muchas veces esta irritabilidad es la que enmascara una depresión que está llevando el niño. Por eso, es importante que si estos problemas de conducta continúan durante un periodo de más de 4-6 meses, se recomienda ir a un especialista.
Para prevenir la depresión debemos enseñar al niño a cómo divertirse. Por ejemplo, hay pequeños que realizan actividades extraescolares que no les gustan; simplemente las ejecutan porque los padres lo han impuesto. Esto es un error que caen muchos progenitores. Debemos darle a elegir qué actividad desean hacer después de pasarse 7 horas de escuela. A continuación os facilitaremos estrategias para prevenir dicho trastorno 8aunque estas estrategias se pueden aplicar una vez el niño tiene depresión).
- Enriquecer su ambiente. Hacer hincapié a cambios en el clima familiar que puedan favorecer al incremento del bienestar del niño. Como hemos mencionado anteriormente, es primario fomentar el ocio y tiempo libre, y que éste no sea una obligación sino un disfrute para él.
- Aumentar las habilidades de control emocional. Esencial que el niño reconozca sus emociones, proporcionarles instrumentos de gestión de éstas como la relajación y expresión de sentimientos.
- Ser modelos de la felicidad. Si los niños ven que sus padres tienen buen humor, disfrutan de su tiempo libre, sonríen y muestran positividad, ellos también harán lo mismo, ya que son los padres modelos de sus hijos. Se le ha de ayudar a programar a programar actividades divertidas y agradables (invitar a amiguitos/as a su casa, sorprenderle con planes novedosos, ir a eventos atractivo para él, etc.)
- Fortalecer la autonomía. Es básico enseñarle destrezas básicas (asearse, vestirse, cocinar, administrar dinero, tener una responsabilidad en casa, etc.). Se le ha de dar una oportunidad de que practique siempre ayudándole todo lo necesario sin resolver sus problemas. Hemos de hacerle participar también en la toma de decisiones.
- Educar con afecto y coherencia. Hay que actuar de común acuerdo con la pareja, fijando unas normas de conducta razonables y exigir su cumplimiento, siendo comprensible y flexible.
- Entrenamiento para tolerar su frustración. No acceder a las demandas irracionales, ignorar las rabietas, enseñarle a respetar su turno (hay un cuento llamado “trasto, un campeón en la familia” muy gráfico con este tema), retrasarle progresivamente la gratificación, hacerle que comparta sus juguetes, etc.
- Hacerle responsable, no culpable. Valorar el esfuerzo, no sus resultados ayudará a que valores mejor su trabajo del día a día.
- Moldear un estilo cognitivo racional. Se han de evitar las etiquetas absolutistas (“eres un despistado”, “nunca me haces caso”). Es mejor el uso del método socrático para que él pueda reflexionar (“¿Qué podríamos hacer para solucionar…?, ¿Y qué más?).
- Darle mucho cariño. El amor es la base de la felicidad. Cualquier gesto de cariño ante el niño es esencial para construir una base sólida con el fin de prevenir síntomas depresivos.
Via psicologosantacoloma.es
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