Este episodio puede presentarse poco después del parto o hasta un año después. La mayoría de las veces comienza alrededor del mes de nacido el bebé.
Se define como un episodio transitorio, pero puede afectar la salud emocional de la mujer y del hijo que está criando. La depresión postparto no tiene una causa única, pero varios factores de riesgo pueden ayudar a su desarrollo, como genes que se heredan y que vuelven a las personas vulnerables, e incluso trastornos hormonales.
Estudios internacionales muestran que entre un 6 y un 38% de las mujeres sufren depresión durante o después del embarazo, pero estas cifras se duplican en los países en vías de desarrollo. En Chile, la prevalencia de sintomatología depresiva posparto, según el autoreporte de las propias madres, es de 41% en las de nivel socioeconómico bajo, 33% en el medio y casi 28% en el alto.
Un reciente estudio realizado por investigadoras de la U. Católica y del Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad, en el que siguieron a un centenar de mujeres durante diez meses, arrojó que las depresiones previas y los eventos familiares y traumáticos pueden predecir la depresión durante y después del embarazo, y que los bebés que se gestaron con madres deprimidas tienen una mayor frecuencia de llanto, lloran a un volumen más alto y tienen mayor predisposición al estrés.
La académica de la Escuela de Psicología UC, Marcia Olhaberry, una de las autoras del estudio, explica que las mujeres que han tenido episodios previos de depresión deben consultar a un especialista porque pueden desarrollar otra durante o después de dar a luz. “La pareja y la red familiar pueden también cumplir un rol importante, apoyando a la madre en las tareas de la crianza, validando su experiencia emocional y favoreciendo espacios de actividades placenteras con y sin la guagua. Incrementar la actividad física y recibir apoyo para reducir el estrés puede contribuir de manera importante a aliviar los síntomas, beneficiándose las madres de espacios con personas cercanas para hablar de sus sentimientos y preocupaciones sin ser criticadas”, señala.
Respecto de la sintomatología en los bebés, Olhaberry indica una madre depresiva tiene niveles de cortisol más alto y esta sustancia podría afectar al cerebro del bebé que está en gestación y también durante sus primeros años de vida. “Estos cambios afectan la estructura cerebral de la guagua generando una mayor reactividad frente a los estímulos, menores recursos para calmarse frente al estrés y reaccionar frente a los cuidados del adulto, generando círculos viciosos en la interacción”, dice. Si la madre sigue deprimida tras el parto, en muchos casos el tipo de relación que establece con su guagua también se ve afectada, mostrándose poco expresiva o irritable, evitando el contacto visual y físico, y con fallas en la capacidad para leer las señales de su hijo e interpretarlas. “Esto genera en el niño un aumento de las señales negativas, como el llanto, ya que no logra obtener en la relación con la madre la experiencia de calma y bienestar que no puede brindarse a sí mismo debido a su inmadurez”, insiste la psicóloga.
Si no se trata a tiempo, la mujer puede caer en un estado depresivo permanente, con problemas de pareja, familiares y laborales, además de afectar la salud del bebé. “El tratamiento a menudo incluye medicamentos, psicoterapia o la combinación de ambos. Existen varios tipos de medicamentos antidepresivos que se les pueden administrar a las madres lactantes. Lo importante es recibir ayuda lo más pronto posible para que la mujer se sienta mejor”, resume Olhaberry.
Via latercera.com
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