La dosis hace el veneno. No es que el azúcar sea malo, sino que nos estamos envenenando ingiriendo enormes cantidades. Hemos pasado de consumir 4 kilos por año y habitante en el siglo XVIII a unos espeluznantes 70 kilos. Una barbaridad. Las consecuencias son evidentes. Los casos de diabetes y la obesidad se han disparado como efecto directo del descontrol alimentario en el que estamos sumidos. ¿Cómo hemos llegado a este punto?
Deberíamos tomar como máximo unas 12 cucharas de azúcar al día, según la última recomendación de la OMS. Una cucharada equivale más o menos a 4 gramos. La media de consumo en Europa es el doble, 100 gramos. Visto de otro modo, lo ideal sería que el azúcar suponga el 5% del aporte calórico y nunca más del 10%. En España estamos consumiendo el 17%.
El azúcar está escondido en alimentos que no imaginamos. Tomamos azúcar en alimentos procesados que no saben dulce y por eso no los relacionamos intuitivamente con azúcar. Las salsas preparadas o los embutidos contienen azúcar. Una cucharada de kétchup contiene casi una de azúcar. Un bote de tomate frito de 300 gramos lleva casi 10 cucharadas de azúcar. La galletas, aunque sean integrales supersanas, tienen mucho azúcar. Las típicas María, por ejemplo, tienen hasta un 17%.
Los refrescos azucarados son un caso aparte. Una lata de refresco contiene hasta 10 cucharadas de azúcar, es decir, la dosis recomendada para ingerir en todo un día. Consumir uno o más refrescos al día está asociado con un incremento del riesgo de desarrollar obesidad, diabetes y trastornos cardiovasculares. En España consumimos cerca de 2.000 millones de litros de estos refrescos al año. Unos 45 litros al año por persona. Si añadimos el consumo de zumos y néctares la cifra aumenta a 55 litros.
Un tercio de la población mundial es obesa o con sobrepeso y 360 millones sufren diabetes. Las cifras se nos ha ido de tal manera de las manos que hay gobiernos que ya están poniendo medidas desoyendo (por fin) cualquier presión de la industria. El primer ministro británico acaba de proponer implantar un impuesto sobre el azúcar.
México aprobó en 2014 un impuesto a las bebidas azucaradas que lo situó en la primera línea de la batalla contra la obesidad. “Contra la comida chatarra y para pararle los pies a las refresqueras”, dictaba Alianza por la Salud Alimentaria, la asociación más activa en el país latino en la lucha contra los abusos de la industria alimentaria. En 2009 el Departamento de salud pública de NY lanzó este elocuente anuncio para advertir de los peligros de las bebidas azucaradas:
Un grupo de científicos de EE UU acaba de proponer que, como en el caso del tabaco, las bebidas azucaradas lleven para desincentivar una advertencia de seguridad del tipo “tomar bebidas azucaradas contribuye a la obesidad, a la diabetes y a la caries dental” . Está comprobado que baja el consumo si figuran en el envase esta clase de mensajes.
La industria azucarera no se va a doblegar fácilmente. Ha seguido desde sus inicios las mismas malas prácticas que las tabacaleras. Para frenar cualquier política sanitaria que redujese el consumo de azúcar cuando fue innegable que producía caries, la industria azucarera estadounidense promovió durante décadas investigaciones que desviaban la atención del verdadero problema. Los estudios buscaban soluciones a las caries, como una vacuna o productos capaces de eliminar la placa dental. Lograron dirigir la agenda política.
Hoy la industria azucarera mundial sigue teniendo un enorme poder a través de la Organización Mundial de Investigación del Azúcar (WSRO), el lobby científico que incluye miembros como la Asociación Azucarera de EEUU y Coca-Cola. Ya en 2014 la WSRO se opuso con vehemencia a la recomendación de la OMS de reducir los azúcares añadidos al 10% de la dieta diaria para frenar las caries. Esta vez no lo ha logrado, pero en 2003 sí frenó la recomendación.
Hace unos meses el lobby recibió un duro golpe cuando The New York Times reveló que Coca-Cola donó 1,5 millones de dólares para la creación de Global Energy Balance Network, una fundación formada por un grupo de científicos que trabajaban para demostrar que la causa de la epidemia mundial de obesidad se debe a la falta de ejercicio físico y no al alto consumo de azúcar en la dieta. El proyecto fue suspendido.
Os propongo ir por libre mientras políticos e industria pelean. Lo mejor es evitar los procesados, pero si no podéis evitarlos, mirad con detalle el etiquetado. Si entre las tres primeras mayores cantidades figura el azúcar, descartadlo. Disminuid en vuestra dieta el ya bautizado como veneno de nuestra era.
Via infolibre.es
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