¿En qué momento de nuestra vida la frase “qué mayor estás” dejó de ser un halago, tan oído en nuestros años de niños y adolescentes, para pasar a ser prácticamente un tabú? ¿En qué momento hemos dejado de crecer para pasar a madurar y luego a envejecer? En una sociedad como la nuestra, en la que todo tiene fecha de caducidad, a menudo el cumplir años va acompañado de un íntimo (quizás ni siquiera consciente) miedo a envejecer, a dejar de ser válido, a ya no ser el mismo… Hay varias formas de hacer frente al envejecimiento. Algunos lo niegan y se empeñan en disimularlo, otros se vuelven víctimas anticipadas del tiempo.
Al mirar hacia atrás puedes tener la sensación de que los años pasan demasiado rápido, ¿verdad? Algunos sueños y metas se han quedado, por supervivencia, en el camino. Pero, ¡es ahí es donde deben estar! No se trata de ponerle un respirador artificial a tu sueño de juventud e intentar traerlo al presente. Es posible que esté desfasado, que sea inviable, y sólo te traiga frustración. Te quiero transmitir la importancia que tiene actualizarnos. Ir adaptándonos a las circunstancias vitales de cada momento, rediseñando nuestras metas y sueños.
Pregúntate, ¿quién eres hoy? Date cuenta de tu evolución como individuo, de tu crecimiento personal, de todas aquellas cosas que han cambiado en ti. “Lo único que permanece es el cambio”, según Heráclito. Nuestro entorno está en constante transformación, y con él nosotros. Por eso no puedes conformarte con anhelar las metas que te pusiste hace treinta años: esas pertenecen a tu yo pasado. Tu yo presente merece que crees unos objetivos nuevos, acordes con tus deseos y posibilidades actuales, y los persigas con empeño e ilusión.
Esa ilusión será la chispa que mantenga tu cerebro activo y ágil. El alimento del cerebro es la curiosidad, su flexibilidad depende de que no te estanques, sino que busques cosas nuevas, aceptes retos, rompas rutinas. Hoy en día, gracias a los avances en la investigación neurocientífica, hemos desterrado la falsa creencia arrastrada durante años de que a cierta edad ya es imposible aprender. Se creía que las neuronas sólo morían, pero no se regeneraban con el paso del tiempo, por eso se iba tornando más difícil adquirir nuevos conocimientos y habilidades al hacerse mayor. Ahora conocemos el concepto de “plasticidad cerebral”, sabemos que hasta el final de nuestra vida las neuronas tienen la capacidad de regenerarse.
Es decir, nuestro cerebro está en constante transformación a lo largo del ciclo vital, creando nuevas redes neuronales, incrementando su volumen de materia gris. Y nosotros podemos facilitar ese proceso. ¿Cómo? Ejercitándolo, igual que cualquier otro músculo. No te pongas límites: viaja, estudia, pasea, lee, pinta, escribe, siente la música, disfruta con los tuyos, aprende a tocar un instrumento, juega, baila… Y sobre todo, échale creatividad a tu día a día. La rutina puede ser diferente cada lunes. Es tu decisión no quedarte atado a tus hábitos.
En la innovación está el secreto de un cerebro flexible y un espíritu joven. Y sobre todo, conoce tu cuerpo y mímalo. No es en absoluto positivo entrar en guerra entre una mente que lucha por mantenerse joven y un cuerpo que envejece… puesto que ambos convergen en un mismo “todo”. La aceptación de uno mismo es salud, es amarse. Reconcíliate contigo, deshazte de resistencias. Y esfuérzate por ser, en cada momento de tu vida, lo mejor que puedas ser. Así, podrás vencer al f in el miedo a envejecer.
Via todovidasana.com
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