El aceite de palma está desplazando a las grasas hidrogenadas, que se han demostrado nocivas para la salud. No obstante, este aceite es muy rico en grasas saturadas que son el principal factor dietético que aumenta el colesterol LDL (colesterol malo) por lo que está lejos de ser una alternativa idónea y lo recomendable es no utilizarlo o solo en cantidades mínimas. A pesar de ello, el aceite de palma representa casi el 40% de todo el aceite vegetal usado a nivel mundial.
Numerosos alimentos procesados llevan aceites u otras grasas entre sus componentes, puesto que son ingredientes imprescindibles para la obtención del producto final. El problema viene dado cuando el consumidor desconoce el tipo de grasa empleada en la elaboración de los productos, ya que muchas marcas ni siquiera indican el tipo de grasa utilizada, limitándose a incluir entre los ingredientes el término “grasas o aceites vegetales”, que confunde al consumidor ya que éste lo asocia con beneficios para la salud, y detrás de este mensaje esconden grasas saturadas, abundantes en el aceite de coco y de palma.
Ni todas las grasas son iguales ni vegetal es sinónimo de saludable
La principal diferencia entre los distintos tipos de grasa se basa en la proporción de ácidos grasos saturados e insaturados. Lo recomendable es consumir una mayor proporción de grasas mono y poliinsaturadas respecto a las saturadas.
En una dieta saludable la grasa debe aportar entre 30-35% de las calorías diarias, distribuyéndose en función del grado de saturación de la misma en:
<10% saturada, 15-20% monoinsaturada y <7% poliinsaturada.
El aceite de palma junto al de coco, no comparte ni composición saludable ni propiedades beneficiosas con otros aceites vegetales como el aceite de oliva, ya que están compuestos mayoritariamente de ácidos grasos saturados. Para que se entienda la diferencia, en el aceite de oliva las grasas saturadas apenas llegan al 10% del total de su grasa, mientras que en el aceite de coco suponen el 90% y en el de palma un 50%.
Para saber más sobre los diferentes tipos de grasas
¿Cómo afecta la grasa de palma a la salud?
Como el resto de grasas saturadas, el aceite de palma consumido en exceso favorece el desarrollo de la aterosclerosis (depósitos de grasa y colesterol en las paredes de las arterias), aumentando el riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular.
Hay que recordar que la grasa saturada es el factor de la dieta que más aumenta el colesterol en sangre. Los estudios demuestran que un exceso de grasa saturada en la dieta eleva los niveles de colesterol LDL (colesterol malo). Las poblaciones que tienden a comer más grasa saturada tienen mayores niveles de colesterol y más riesgo de enfermedad coronaria que aquéllas con un bajo consumo.
Este riesgo no es una novedad para la Sociedad Científica. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en un informe de 2003 sobre dieta, nutrición y prevención de enfermedades crónicas ya apuntaba al ácido palmítico –junto al mirístico– como el principal responsable del aumento del colesterol total en sangre.
Sin embargo, a pesar de la evidencia, su consumo crece cada vez más y su producción se ha triplicado entre los años 1999 y 2014, según un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).
Debemos tener en cuenta por tanto, el impacto del aceite de palma sobre el medio ambiente
La palma solo crece en zonas del trópico, y sus cultivos ganan terreno a los bosques tropicales provocando un fuerte impacto en la biodiversidad de este entorno. Las imágenes de Google Earth y Landsat ponen de manifiesto que en el sudeste asiático, el 45% de las plantaciones de palma están en áreas que en el año 1989 solo eran bosques, y en América del Sur la pérdida tropical ha sido del 31%. El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) asegura incluso que se han creado de forma ilegal plantaciones en áreas naturales protegidas, como parques nacionales.
El etiquetado: el mejor amigo del consumidor.
El principal problema que tiene el consumidor es adivinar en qué productos se encuentra el aceite de palma para evitar que el riesgo de problemas cardiovasculares se vea aumentado por un consumo inconsciente.
La gama de productos que incluye algún tipo de aceite es tan numerosa como diversa: desde los snacks salados (palomitas, patatas fritas…), frutos secos fritos, salsas comerciales (de tomate, mayonesa…), galletas, todo tipo de productos de bollería y repostería, conservas, productos precocinados (empanadillas, croquetas, canelones, pizza…) y un largo etcétera.
Los consumidores deben tener claro que cuando un fabricante no identifica la grasa que usa (aceite de oliva, girasol, etc.), lo habitual es que ésta sea poco saludable, como la grasa saturada (aceite de palma o coco) o grasas hidrogenadas. Interesa por tanto, revisar la etiqueta de los productos y elegir, siempre que sea posible, aquellos que especifiquen el tipo de aceite utilizado, y si éste es aceite de oliva mucho mejor.
Es cierto que a finales de 2014, la legislación alimentaria dio un paso al frente en el etiquetado de alimentos que contienen aceite de palma. Hasta entonces era complicado conocer qué tipo de aceite poseía un producto, porque en la lista de ingredientes aparecían denominaciones genéricas como “aceite vegetal”. Con el nuevo reglamento de 2014 se intentó poner fin a esta laguna y se obligó a especificar el tipo de aceite: de oliva, de girasol o de palma, por ejemplo. Sin embargo, dado que las empresas tienen hasta este año 2017 para adaptarse a esta legislación, todavía podemos encontrar etiquetas donde no se especifica el tipo de aceite. En ese caso, una pista para el consumidor es el contenido en grasa saturada:
Si es superior al 40% del total de grasas, casi seguro que el producto se ha elaborado con aceite de palma.
Para saber más sobre etiquetado
El uso de aceite de palma ha ido en aumento desde que se conocieron los peligros de otras grasas, por tratarse de una grasa más barata, estable a altas temperaturas y agradable al paladar.
Sin embargo, hay opciones más saludables al aceite de palma convencional. El aceite de oliva está constituido principalmente por ácido oleico (ácido graso monoinsaturado), que ayuda a reducir el colesterol-LDL (colesterol malo) y aumenta el colesterol-HDL (colesterol bueno). Además, el aceite de oliva es una grasa más estable que otros aceites de semillas, pues es más rico en ácido oleico, así como en vitamina E y polifenoles que lo protegen de la oxidación y de los fenómenos de degradación. Los avances tecnológicos también ofrecen nuevas alternativas saludables, como el aceite de girasol alto en esteárico y oleico desarrollado por el Instituto de la Grasa. Un aceite mucho más estable que el aceite de girasol convencional.
La industria alimentaria debería saber que su inversión más rentable a lago plazo es la inversión en salud.
La industria alimentaria debería participar activamente en la mejora de la salud de los consumidores, ofreciendo un etiquetado correcto y una publicidad fiable. Los consumidores están cada vez más concienciados con la importancia que tiene la dieta para la salud y por ello, demandan productos saludables. Algunas cadenas de hipermercados como Eroski han recogido este mensaje y en los últimos años han reducido la cantidad de azúcar, sal y grasas saturadas de sus productos. Ahora le toca el turno al aceite de palma y proponen iniciativas para retirar de sus marcas blancas los productos elaborados con esta grasa.
Via colesterolfamiliar.org
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